Isabella mantuvo la cabeza baja, las lágrimas cayendo al suelo, sin decir palabra, pero Gregorio supo que eso equivalía a una confesión.
—¿Por qué no puedes tolerar a una mujer? Ella ya es la ex esposa de Lorenzo, ambos están divorciados, y tu madre incluso habló personalmente con Eduardo el fin de semana para que Lorenzo se case contigo —dijo Gregorio con voz grave.
—Ella no puede causarte ninguna interferencia o impacto, pero tú una y otra vez has querido matarla.
—¿Cómo puede una persona tener un corazón tan malvado? ¿Qué rencor profundo tienes exactamente con Marisela?
Isabella no respondió, solo siguió llorando, no teniendo otra forma de ocultar sus acciones.
Marisela tenía que morir, si no moría, amenazaría su propia posición.
Enfrentándose a que la verdad había sido expuesta, no le importaba cómo la familia Acosta la reprendiera, porque aún era la heredera de los Acosta, a lo sumo la regañarían y ya.
Lo más crucial era que—
Ya que Daniel había descubierto todo hasta este punto,