—Señor Bustamante, ¿de qué sirve preguntarle solo a Marisela? Si tienes las agallas, abre la puerta del auto —dijo Matías al ver la expresión incómoda de Marisela.
Ulises no abrió, y además había puesto el seguro a las puertas. Marisela tendría que pararse y saltar por encima para salir.
Justo cuando Marisela aún no había decidido cómo responder, la situación empeoró.
Dos autos más salieron del estacionamiento: su jefe directo Manuel y otro líder de departamento.
Estos dos al principio no habían visto a Ulises, porque el auto deportivo tenía el chasis bajo y había puntos ciegos, solo vieron el auto de Matías y voltearon a saludar.
Pero entonces, a través de las tres capas de ventanas, vieron a Marisela y al conductor del flamante auto deportivo último modelo... el señor Bustamante.
—Buenos días, señor Bustamante —saludaron Manuel y el otro apresuradamente.
Sus miradas iban y venían entre Marisela y el señor Bustamante, cada uno con sus propios pensamientos.
Manuel, como jefe, tenía una