Capítulo 24
—¿Y qué hago? Mi identificación y todo está en mi maleta, ni siquiera puedo ir a otro hotel... —dijo Isabella desamparada.

—Ven a mi casa —propuso Lorenzo.

Isabella hizo una pausa y bajó la cabeza con humildad:

—No creo que sea buena idea. No quiero que Mari y tú discutan por mi culpa.

—Ella no tiene derecho a opinar, es mi casa y puede quedarse quien yo decida —dijo Lorenzo con frialdad.

Al oír esto, Isabella, con las lágrimas aún frescas en el rostro, se resistió débilmente un momento más antes de que Lorenzo la llevara con firmeza al edificio.

En el ascensor y al llegar al piso, ella lo siguió mientras se frotaba con fuerza el cuello para quitar el maquillaje, dejando ver las marcas de besos.

Al abrir la puerta, esperaba ver a Marisela, pero el lugar parecía vacío. Isabella recorrió la sala con la mirada y susurró:

—¿Mari está dormida? No hagamos ruido para no despertarla.

Lorenzo se quitó el saco y dijo: —No está en casa, no hace falta susurrar.

—¿Dónde está? —preguntó Isabella.

—H
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