—Si hay alguna pérdida esta noche, contacten directamente con mi asistente.
Los ojos de la coordinadora brillaron al instante. Le encantaba tratar con gente tan directa, así que sonrió:
—No hay ninguna pérdida, siempre debemos estar preparados para imprevistos. Cuando la señorita Fuentes se recupere podrá volver a los desfiles, su lugar siempre estará reservado.
Lorenzo se puso de pie, pero igual le entregó la tarjeta de su asistente, y luego fue a ayudar a Isabella.
Al verla tambalearse cojeando, volvió a cargarla como princesa. Isabella se acurrucó tímidamente en sus brazos, rodeándole el cuello con las manos.
Afuera.
Los astutos periodistas ya estaban apostados, y capturaron la escena al instante.
Isabella escondió su rostro en el pecho de Lorenzo asustada, mientras él gritaba con frialdad:
—Borren todo eso, o sus empresas lo lamentarán.
Poco después llegó el personal de seguridad para mantener el orden, y Lorenzo finalmente pudo llevar a Isabella hasta el auto.
En el asiento del co