—Vaya, ¿no querías invitarme pero reservaste restaurante? El señor Cárdenas realmente dice una cosa pero piensa otra. En ese caso, no rechazaré tu invitación para no hacerte quedar mal.
Ulises sonrió mirando al enfadado Lorenzo antes de salir primero.
El gerente se sorprendió. ¿Funcionó? ¡El señor Bustamante tenía mejor carácter de lo esperado!
Lorenzo apretó los puños mirándolo con furia. Este Ulises tenía una lengua tan afilada como un cuchillo.
El gerente tiraba de Lorenzo mientras le hacía señas, sugiriendo que controlara su temperamento y resolviera sus asuntos personales en privado, sin afectar el trabajo.
Mientras los seguían, Ulises, de buen humor, comentó burlonamente:
—La mirada del señor Cárdenas parece querer apuñalarme. Espero que no envenene mi comida.
—¡Ja, ja! ¡Qué sentido del humor tiene, señor Bustamante! ¡Eso nunca pasaría, no se preocupe! —rió nerviosamente el gerente, intentando aliviar la tensión.
—No te mataría, pero ojalá te dejara mudo —murmuró Lorenzo con voz