—Estoy cenando. ¿Volver a casa esta noche? No, me quedaré en casa de mi amiga.
—¡Vamos! ¡Ya no soy una niña! ¿Cómo crees que andaría por ahí haciendo locuras? ¡Mi amiga y yo estamos a punto de volver! —se quejó Celeste.
—No volveré hasta que papá y mamá desistan de ese matrimonio arreglado —afirmó con determinación.
La persona al otro lado del teléfono dijo algo más, y Celeste frunció ligeramente el ceño, bajando el tono:
—Aun así no volveré. Mi amiga está pasando por una situación difícil y necesito protegerla.
—Ya, ya, voy a colgar. Si no tienes nada mejor que hacer, búscate una novia en vez de ejercer tu control paternal sobre mí. ¡Adiós!
Con esas palabras, colgó. Al otro lado, Ulises miró su teléfono en silencio.
Se levantó y tomó su chaqueta, listo para salir del trabajo. Le pidió al chófer que lo llevara al complejo Los Jardines de Sol.
En el restaurante, Celeste tomó su bolso y le dijo a Marisela:
—Vámonos, volvamos a tu casa.
Marisela caminó a su lado y comentó:
—Estoy bien, Lo