—Su intento de reconciliación es solo venganza. Antes ya le había propuesto el divorcio y me dijo que nunca me dejaría libre, que me torturaría de por vida.
—No es cierto, yo no... —Lorenzo negó rápidamente mirando a Marisela.
—¿Niegas tus propias palabras? ¿Quieres que llamemos a Isabella como testigo? —se burló Marisela.
—Yo... eso lo dije antes, ¡pero ahora no tengo esa intención! No quiero reconciliarme para torturarte, yo... —Lorenzo intentaba explicarse mientras los policías le esposaban las manos.
—Te quiero...
Por fin, esa declaración escapó de sus labios. Lorenzo fue arrastrado por los oficiales, pero seguía girando la cabeza hacia la joven.
Lamentablemente, Marisela ni siquiera volteó, como si no hubiera escuchado nada.
Lo subieron a la patrulla mientras Marisela permanecía inmóvil, apretando los puños para evitar mirar atrás.
¿Lorenzo se había vuelto loco? ¿Qué estaba diciendo?
¿Que la quería...?
Ja, palabras más falsas imposible. ¿Acaso veía su firme determinación por divor