Capítulo 425
—Sabes perfectamente por qué estuvimos juntos en su momento. Deja de darte aires.

La voz de Lorenzo fue tan cortante que no dejó lugar a réplicas.

Alya, humillada y al borde del llanto, salió corriendo de la habitación.

—Se fue llorando. ¿No fuimos un poco duros con ella? —preguntó Celeste, con un atisbo de ironía.

Lorenzo, con una mirada gélida, replicó: —¿Quieres que la traiga de vuelta?

Celeste sacó su teléfono, hizo una llamada y, tras unos segundos, habló con firmeza:

—Matilda, vigila que Alya recoja sus cosas y salga de la casa en los próximos treinta minutos. Si se pasa del tiempo, diles a los guardias que la saquen a la fuerza.

La pequeña dosis de autoridad de Celeste le agradó a Lorenzo, pero aun así, había algo que no le había sentado bien:

—¿Así que te quedaste ahí viéndola intentar seducirme sin hacer nada? ¿Ni una sola reacción?

Celeste sonrió con picardía:

—Sabía que no harías nada con ella. Además, no me fui, ¿verdad? —Su mirada se oscureció un poco mientras continuaba—:
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