Su suave y adormilada voz hizo que esta mañana cobrara su propia vida.
Hundiendo su rostro en la almohada, Celeste no se despertó y volvió a dormirse profundamente.
Al ver su actitud perezosa de querer dormir más y se rio de su enojo.
Esa pequeña sin corazón había provocado su deseo, ¡¿pero no se encargaba de satisfacerlo?!
Justo cuando Lorenzo iba a despertarla, su teléfono sonó de repente.
Lo tomó y miró el número con impaciencia. Frunció el ceño y luego miró a la joven aún dormida, luego se levantó con el semblante frío y se dirigió hacia la puerta.
Después de salir la habitación, contestó el teléfono con voz gélida mientras bajaba las escaleras:
—Dime.
—Lorenzo, mis padres te están buscando, ven rápido, hoy los demás familiares también vendrán a visitarme.
Nadia parecía estar hablando desde el baño, porque hablaba con voz cautelosa y susurrante.
La voz helada de Lorenzo no tenía ni una pizca de calidez:
—Hoy tengo que quedarme en casa para acompañarla.
—¿Cómo voy a explicarles si n