A Lorenzo no le gustaba que las mujeres lo acosaran, y cada vez que alguna mujer se interesaba en él, las despediría rápidamente.
Pero Celeste era diferente. Era muy egoísta, no le bastaba con tener su cuerpo, también quería tener su corazón. A Lorenzo no le molesta, incluso se sentía un poco complacido. Ya que ella quería obtener su afecto, él le daría esa oportunidad. En realidad, también quería ver qué haría Celeste.
Los ojos de Celeste se agitaron, mirando hacia abajo con sorpresa.
Vio que Lorenzo tenía los ojos cerrados, y la luz del sol que entraba por la ventana caía sobre los rasgos angulosos de su rostro, pero no le aportaba calidez alguna. Su apuesto semblante emanaba una distante frialdad, como si fuera inalcanzable. Sin embargo, él estaba justo al alcance de su mano.
Celeste se sentía terriblemente agitada en su interior.
Era como volver tener la sensación que había durante el examen de ingreso a la universidad: nerviosa, titubeante, sintiendo como estaba enfrentando un exa