—Aún estoy esperando el juicio, qué tonta soy…
Isabella no podría haber salido de la cárcel hoy, pensó que ya había vengado a Margarita, pero en realidad Isabella siempre había estado afuera disfrutando de su libertad…
Celeste murmuraba sin parar.
Lorenzo la miraba fijamente y su mirada se volvía cada vez más seria, de repente, extendió la mano y le quitó el cinturón de seguridad, luego la abrazó con fuerza.
—Celeste, ¡deja de en eso! Te ordeno que no vuelvas a pensar en eso, ¿entendido?
La voz grave del hombre estaba llena de un mandato autoritario y una tensión deliberadamente escondida.
La abrazó con mucha fuerza, Celeste sintió que le dolían mucho, hasta los huesos.
Se quedó paralizada unos segundos. Parpadeó y sus espesas pestañas temblaban.
—¿Estás preocupado de que vuelva a cerrar mi corazón?
Lorenzo la soltó un poco, mirándola con ojos oscuros y profundos.
Celeste esbozó una sonrisa ligera en la comisura de los labios. Su mirada acuosa destellaba frialdad y le respondió con su