—Señora, entiendo muy bien tu urgente deseo de salvar a tu hija. En realidad, también espero que tu hija se recupere pronto. Sin embargo, no puedo tomar a la vida de una persona inocente como precio para intercambiar la vida de tu hija. Lo siento, de verdad, no te voy a ayudar en eso.
Dicho esto, Celeste se dio la vuelta y se marchó directamente sin esperar a que Rosalina dijera algo más.
Detrás de ella, Rosalina miró con asombro cómo Celeste se alejaba. No esperaba que fuera tan indiferente y que ni siquiera quisiera hacerles ese pequeño favor. ¡Qué mujer ingrata y desconsiderada!
—Mamá, ¿qué debemos hacer si Celeste no quiere ayudarnos? Si no puedo someterme a la cirugía, ¡moriré!
Viviana estaba muy pálida, y debido a la agitación de emoción, sentía una punzada de dolor en el corazón. Se llevó la mano al pecho, y su rostro se volvía cada vez más blanco.
Rosalina apretó los dientes y abrazó a Viviana con fuerza:
—No te preocupes, hija. ¡Encontraré una solución! ¡No te dejaré que muera