—¿Estaremos haciendo bien en buscarlos? —Preguntó Alessandro mientras ellos caminaban hacia aquel lugar que ningún lobo de las cuatro manadas había ido.
No por miedo sino porque confiaba perfectamente en su hijo.
Sabía que Aris actuaría de acuerdo a sus convicciones y que nadie lo detendría más aún sí había logrado convertirse en el Lycan que llevaba dormido.
—¿Estás cuestionándome ir a buscar a mi hija? —gruñó Kian irritado.
—Si tu hija es quien creemos que es ella no necesita de ti, de nosotros, para cuidarse sola Kian.
—Me importa una mierda si ella puede defenderse sola o no, es mi hija y la voy a buscar hasta por debajo de las piedras si es necesario y ni tú ni nadie va a impedírmelo —rugió él.
—No era lo que buscaba hacer, pero quizás tengas razón y necesitemos ver esto.
—¿Cuánto falta para llegar, Alessandro? —Zakia de aferró al brazo de su macho temblorosa.
Este la abrazó mucho más a su pecho y besó su cabello con suavidad y dulzura.
—Aún nos falta mucho por llegar, cachorra —