Con cada paso que daba, Kian se sentía más lleno de determinación y furia.
Su lobo experimentó la necesidad de protección por sus cachorros y compañera mientras se dirigía al Norte pero cuando estaba a punto de cruzar una voz femenina lo llamó ocasionando que frunciera el ceño.
—¡Alfa Kian!
—¿Qué demonios quieres? —gruñó a la loba joven quien sonrió de inmediato.
Parecía como si lo conociera desde hace años y su temperamento explosivo no pudiera hacerla retroceder.
Hubiera admirado su atrevimiento, si no fuera porque en ese momento lo único que le importaba era reunir a sus hombres y dirigirse al Bosque oscuro.
Kian no disminuyó su paso pero la loba corrió enseguida a su encuentro.
—Alfa, por favor. Déjeme acompañarlo. Ya sabe que quiero escribir sobre usted...
—No.
—¡Por favor! ¡Prometo que no estorbaré, me quedaré en las sombras!
—No voy a cuidarte, hembra. No necesito distracciones.
—¡No seré una distracción! Y si me atrapan me libraré yo misma, pero, Alfa. Déjeme verlo comandar