Kian la había sacado del lugar casi a rastras y ella sencillamente se había dejado llevar.
Aquella situación era terriblemente angustiosa, Dana sentía que un valde de agua fría le había caído encima de repente después de ver aquella premonición, su corazón latía cada vez con más fuerza rememorando lo que la sacerdotisa le había dicho, había una esperanza frágil pero al mismo tiempo dolorosa y no quería pensar en ello pero si llegaba el momento, ¿Qué iba a hacer? Mientras el peligro asechara a sus hijos estaba segura de hacer cualquier locura por ellos y también por Kian, porque él también moriría si ella no tomaba acción.
Una sombra asechaba el rostro de Dana cuando Kian la miró, notando que en aquel silencio autoimpuesto había algo oculto.
Él quería evitarle todas aquellas emociones que estaban emergiendo dentro de ella. A pesar de la urgencia del momento necesitaba hacer algo para que su hembra no se volviera loca pensando en cómo solucionarlo.
Las cosas habían cambiado para los dos