—Tengo que irme, Kian.
Él la dejó marchar en silencio viendo fijamente su figura perderse en el interior de la casa.
Se sentía frustrado y molesto al mismo tiempo pero no de rendiría.
—¿Alfa Kian? Buenas noches.
Kian se giró a la voz que le hablaba y ella era una joven hermosa que lo miraba con ojos brillantes.
—Buenas noches —respondió el a regañadientes.
Estaba a punto de irse, sin embargo, la chica volvió a llamar su atención.
—Soy una especie de seguidora de sus batallas, mi padre siempre me ha dicho lo bueno que es en el campo de batalla y yo soy historiadora. Verá, si no es mucha molestia quisiera escribir un libro sobre usted.
El Alfa enseguida frunce el ceño sin entender a lo que se refiere. Él quería largarse de ahí e irse a buscar a su compañera pero sabe que ella probablemente lo echará otra vez.
—¿Sobre mí?
—Sobre sus batallas. Todos los hombres admirarán su destreza a medida que pasen los años. No solo será inmortal para las generaciones venideras sino también para el mun