Cuando abrió los ojos supo que algo importante había cambiado dentro de ella.
—No hagas ruido Aisha, que molesta eres —gruñó la voz de Talía, su compañera de habitación.
Dormía con dos lobas más aparte de ella, Talía y Sáhara.
La loba más joven entornó los ojos pero la ignoró terminando de vestirse y salió de la habitación cuando el sol aún no había salido.
—Buenos días, hermosa Aisha.
—No tengo tiempo para esto Zaider.
La loba tomó su lanza sacándola de la empuñadura y se dirigió al asentamiento donde pronto se llevaría a cabo el entrenamiento.
Pero el macho no se detuvo, la siguió muy de cerca, ocasionando que Aisha se irritara.
Aún así, se limitó a ignorarlo.
—¿Sigues insistiendo con eso? Las lobas hermosas como tú solo deben dedicarse a buscar a su compañero y a tener cachorros, si salieras conmigo podría darte todo lo que quieres. ¿Te dije que conseguí un trabajo en la guardia real del Alfa Kian? Ahora nadie puede estar a mi altura para cortejarte, si fueras mi esposa…
—Pero no lo