107. Son abuelos... de nuevo
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Gabriel
Luego de desayunar en casa, salí con una pequeña sonrisa dibujada en los labios. Me sentía extrañamente bien. La calidez de la mañana y el eco de las risas durante el desayuno aún resonaban en mi mente mientras conducía hacia la casa de mi madre.
Al llegar, Louise, el mayordomo de la familia, salió a recibirme con su acostumbrada precisión.
—Amo Seraphiel, buen día —saludó con una leve inclinación de cabeza, siempre impecable en sus modales.
—Buenos días, Louise ¿Dónde están mis padres? —pregunté mientras cruzaba la entrada principal de la mansión. El aroma familiar a madera pulida y flores frescas flotaba en el aire.
—Están desayunando en el jardín, ¿gusta acompañarlos? —respondió con amabilidad, manteniendo su postura recta y serena.
—Sí, pero no desayunaré —asentí, ajustando las mangas de mi chaqueta mientras me dirigía hacia el jardín.
A cada paso, la mansión irradiaba la misma elegancia intachable de siempre. Nada cambiaba aquí: el lujo silencioso, los pasillos impeca