XXXII. Adiós abuelito

- Abuelito, vinimos a despedirnos porque nos vamos- le dijo Callum a Angus que estaba acostado en la cama con un respirador puesto.

En realidad, su salud estaba más crítica cada día, por eso, no participaba en ninguno de los eventos que acontecían en su propio castillo, o más bien el castillo de Matt, porque ya había hecho su testamento, el traspaso de todas las cosas importantes a su nieto, a su hija y bisnietos.

Angus sabía muy bien que Callum era el hijo de Matt, prácticamente desde que lo vio y lo comprobó por un lunar rojo detrás de la oreja, que tenían casi todos los Campbell.

Matthew, no lo tenía, pero su padre sí y Angus también. Además, esos ojos verdes eran iguales a los de su esposa fallecida.

Se asombró un poco por las coincidencias del destino, pero la vida le había dado otra oportunidad al tonto de su nieto, para que la volviera a desechar.

Si no le dijo nada desde la primera vez, era porque no quería darle ninguna pista ni ayuda.

Angus no estaría para siempre, pronto
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