Capítulo 18
Pero su "papá", que tanto la había querido, ni siquiera la miró. Con un gesto de la mano, como espantando moscas molestas, ordenó que sacaran a madre e hija.

En la puerta, Camila hizo un último intento desesperado. Se aferró a las columnas gritando histéricamente: —¡Javier! ¡No puedes hacerme esto! ¡Estoy embarazada! ¡El bebé es tuyo! ¡Tienes que responder por mí!

—¿Javier? —Mariano lo miró interrogante.

Javier sintió náuseas. Quería reír pero no podía. ¿Cómo pudo haberse enamorado de alguien tan repugnante?

—Mariano —se acercó al anciano de cabello casi blanco—. Nunca la toqué, lo juro.

—Bien, bien —Mariano suspiró aliviado y volvió a hacer un gesto. Los guardias las arrastraron fuera hasta que sus gritos se perdieron en la distancia.

El atardecer caía sobre la mansión mientras ambos contemplaban las begonias marchitas. Las flores dormían, sin saber cuándo volverían a despertar. Eran las favoritas de la madre de Alejandra, y después de su muerte, Alejandra las había cuidado. Ahora que
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