El odio se rompió con un abrazo
Paul

Mi día había empezado de puta madre. Un día bonito, el sol se cuela por las rendijas de la ventana y mi mujer amanece entre mis piernas. ¿Qué más le puedo pedir a la vida? Pues eso, que no me toque mucho la moral. A eso de las nueve de la mañana mi teléfono empieza a vibrar como un loco y digo no puede ser Marina, ella hoy tenía reunión a primera hora. Me llega un mensaje de número no identificado con el siguiente texto:

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Y viene acompañado de varias fotos tomadas desde distintas perspectivas saliendo de lo que parece un hotel. En una de ellas en concreto se están dando un beso, lo mire por donde lo mire eso es un maldito beso. Golpeo la mesa con mis dos puños cerrados y me contengo todo lo que puedo para no lanzar el teléfono contra la pared. Mi primer instinto es llamar a Marina o ir a verla, pero no quiero montarle una escena de celos en su trabajo.

¿Pero qué estoy diciendo? Ella sería incapaz de engañarme, de hacerme lo mismo que le hicier
Mara Portugués

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