Apryl
Regreso a la habitación con las toallitas y me detengo junto a la cama, sin saber qué se supone que debo hacer.
- ¿Qué estás esperando? Ven a limpiarme.
- ¿Qué?
No puedo creer lo que mis oídos oyen: él quiere que yo, Apryl, limpie sus joyas familiares después de que haya tenido relaciones con mujeres frente a mis ojos. ¿He caído tan bajo?
- ¿Eres sorda? Límpiame.
Las mujeres a su lado me miran con desprecio y desconfianza.
Tengo miedo de tocarlo.
- No tengo toda la noche, date prisa.
- Bien, señor.
Miro su sexo, que incluso en reposo impone, es tan enorme. Me pregunto si algún día podría penetrarme.
- Deja de mirar mi sexo, sirvienta, solo eres buena para limpiarlo, no sueñes con tenerlo dentro de ti, nunca será tuyo. Ahora, desaparece de mi vista. Regresa en treinta minutos más para cambiar la cama con sábanas limpias.
- Bien, señor.
Mi voz suena llorosa cuando respondo. Me apresuro a salir de allí para ir a llorar en el pasillo.
Es allí donde me encuentro con Séverin, él me ti