Las luces del salón parpadeaban tenuemente mientras los empleados de “Los Laureles” se movían con rapidez, ajustando documentos y verificando cada detalle, para ultimar los preparativos de la reunión con un cliente clave. El ambiente en la oficina estaba cargado de expectativas, tensión y una sensación creciente de responsabilidad, mientras Alex, siempre meticuloso y exigente, revisaba cada aspecto del encuentro con una precisión casi obsesiva y controlada.
Laura observaba desde su puesto, sintiendo una creciente inquietud que se instalaba en su pecho y no la dejaba respirar con facilidad. Sabía que este cliente, el señor Esteban Montenegro, era influyente, poderoso y extremadamente exigente, y que cualquier error, por pequeño que fuera, podría costarle mucho a la empresa y empañar su reputación profesional.
A las 10:00 a.m., el equipo se reunió en la amplia sala de juntas, con documentos organizados, gráficos estratégicos y pantallas listas para la presentación, buscando impresionar