La alegría inundaba a Laura como una cascada impetuosa. Después de dos años de silencio, de incertidumbre, de una espera que había puesto a prueba su alma, Alex había vuelto. Sus ojos, aunque débiles, volvían a verla, su voz, aunque ronca, volvía a nombrarla. Era un renacimiento, un nuevo comienzo, un milagro tejido con el hilo de su amor inquebrantable.
Mientras los médicos y enfermeras continuaban realizando pruebas y monitoreando a Alex, Laura permanecía a su lado, aferrándose a su mano, susurrándole palabras de amor y aliento. Cada pequeño gesto, cada parpadeo, cada intento de sonrisa de Alex era un tesoro que atesoraría por siempre.
La doctora Ramírez, después de asegurarse de que Alex estaba lo más cómodo posible, se acercó a Laura con una sonrisa comprensiva.
"Necesitamos seguir monitoreándolo de cerca durante las próximas horas," explicó. "Su cuerpo ha estado inactivo durante mucho tiempo, y el despertar ha sido un shock. Pero, hasta ahora, todo parece indicar que está respond