87. Enfrentar la realidad

La mañana siguiente, lo primero que hizo fue enviar a recursos humanos su renuncia, después se comunicó con el número del dueño del edificio en donde alquilaba en un principio y por suerte el estudio seguía estando vacío, así que sin dudar volvió a rentarlo, aunque las llaves no se las entregarían hasta dentro de un par de días.

El martes recordó que tenía consulta con el médico. Era la primera vez que iba sin él y no pudo evitar sentirse nostálgica, pero su bebé estaba bien y eso era lo único que importaba.

Por la noche, abrió el portátil y decidió contestar a todos aquellos correos con ofertas laborales que había rechazado por estar trabajando en el grupo Akerman. El sueldo no se comparaba, pero podría sobrevivir y después del parto se las arreglaría mejor. Faltaban siete meses para eso todavía.

Sí podía.

Por supuesto que sí. Siempre había podido.

Su vida no terminaba con ese terco y tonto de Jack Akerman.

Agh, cada vez que lo evocaba, se sentía furiosa, porque a pesar de todo, lo a
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