La noche había caído sobre la ciudad, y la luz de las farolas iluminaba las calles en una danza de sombras. Javier caminaba por su apartamento con pasos lentos, cada uno resonando en el espacio vacío que lo rodeaba. El silencio era opresivo, un reflejo de su propia mente. La confrontación con Alicia había sido inevitable, pero las consecuencias de sus decisiones aún flotaban en el aire, pesando más de lo que había anticipado. Mientras la ciudad seguía con su ritmo frenético, él estaba atrapado en su propio laberinto, buscando respuestas que parecían escapar de sus manos.
Sentado en el borde de su sofá, Javier observó el teléfono móvil sobre la mesa, pero no se atrevió a tomarlo. Sabía que, al hacerlo, estaría tomando una decisión que podría cambiar el curso de los eventos. Helena estaba allí, esperando, sin saber realmente a qué se enfrentaba. Él había mentido, ocultado la verdad, y la traición de Alicia era solo el comienzo de un juego mucho más peligroso. La imagen de ella saliendo