Las horas parecían arrastrarse como un río lento y turbulento. Sebastián, sentado en su oficina, no podía dejar de pensar en la conversación con Emma. Las palabras de ella, su advertencia, no habían dejado de resonar en su cabeza. La venganza tiene un precio. Él lo sabía, por supuesto. La venganza nunca era algo limpio, nunca era algo sin consecuencias. Y sin embargo, a pesar de todo lo que sabía, su deseo de hacer pagar a Javier, a su familia, lo consumía por completo.
Había momentos en los que su mente se despejaba y podía ver la situación con claridad. La traición de Javier, la infiltración en su empresa, el ataque directo a su imperio... todo tenía que ser respondido. Pero en esos momentos de claridad, también llegaban a él las preguntas que evitaba hacer: ¿Y si ya es demasiado tarde? ¿Y si al final, perder lo que más quiere es el verdadero precio a pagar?
El sonido de la puerta abriéndose lo sacó de sus pensamientos. Emma entró, seguida de un hombre alto y de expresión seria. Seb