Aitana respiraba con dificultad mientras se adentraba en las calles desiertas. La ciudad, normalmente llena de ruido y movimiento, ahora parecía un lugar ajeno, sombrío y vacío. Solo las luces de las farolas iluminaban su camino, creando sombras alargadas que se deslizaban a su paso. No había una dirección clara en su mente, solo una necesidad abrumadora de escapar, de alejarse lo más posible de todo lo que había conocido.
La adrenalina seguía corriendo por sus venas. En su mente solo había una pregunta que no dejaba de repetirse: ¿qué había hecho mal? ¿Por qué había confiado en Marcos? ¿Por qué había caído en su propia trampa? La traición de Javier había sido devastadora, pero la de Marcos era peor. Él había sido su aliado, su amigo en este juego de poder, y ahora él también la había dejado atrás.
En un rincón oscuro de la ciudad, Aitana se detuvo, apoyándose contra una pared fría, tratando de calmar su respiración. Sus manos temblaban mientras tocaba su teléfono móvil, buscando algu