El amanecer no trajo consigo la claridad que Sebastián había esperado. A lo largo de la noche, las palabras de Gutiérrez habían retumbado en su cabeza, multiplicándose como ecos que no dejaban lugar a descanso. Había una opción ante él, una puerta abierta a un mundo oscuro y lleno de poder, pero también repleta de sacrificios y traiciones. El precio a pagar era claro: su lealtad, su moralidad, y quizás incluso su alma. No podía tomar esa decisión a la ligera.
Al llegar a su apartamento, la luz fría de la mañana iluminaba los rincones oscuros del lugar, destacando las sombras que se proyectaban sobre las paredes. Sebastián caminó hacia la ventana, observando la ciudad despertar mientras tomaba un profundo respiro. Su mente estaba llena de imágenes de su encuentro con Gutiérrez. Había algo en ese hombre que lo perturbaba, algo en su mirada y en la calma con la que hablaba de la red que había construido. A pesar de la sensación de peligro que emanaba de todo lo que Gutiérrez representaba