El amanecer se filtró oscuro la siguiente mañana a través de las ventanas. Máximo dormía plácidamente a mi lado. Sonreí, porque eran las ocho de la mañana y él solía ser muy madrugador.
Había sido una noche increíble, para recordar toda la vida. Se sentía como estar viviendo un sueño y yo no quería despertar. Me removí sobre las sábanas, habíamos dormidos desnudos y abrazados, dándonos besos y cortas caricias en toda la madrugada.
Salté con cuidado fuera de la cama, no pretendía despertarlo. Me coloqué el albornoz y me metí dentro de la ducha, el agua caliente se sintió muy bien en ese momento, la disfrutaba con los ojos cerrados y sonreí por todo lo vivido la noche anterior. De pronto, sentí las manos de Máximo sobre mis caderas, no me sobresalté, lo recibí con una son