Delirio

Los rayos de luz ingresaban con fuerza a través del cristal de la ventana, Charlotte continuaba profunda en su sueño, luego de aquella noche le fue casi imposible conciliar el sueño.

—¡Charlotte, Charlotte! —los gritos de su hermana hicieron que Charlotte despertara.

Su cabeza dolía, abrió uno de sus ojos y posterior a ello cubrió su cabeza bajo la sábana, lo único que deseaba era continuar durmiendo y no saber nada de lo que sucedía a su alrededor. 

Su pequeña hermana tomó la sábana y la jaló con fuerza descubriendo el rostro de Charlotte, quien soltó un fuerte gruñido. 

—Mia Strong, ¡largo de mi habitación!, hazlo antes de que me enfurezca y te quite todas las comodidades que te brindo —amenazó Charlotte entre gruñidos. 

—Hermana ven pronto, mamá se siente mal —al escuchar aquellas palabras de un solo movimiento se levantó de la cama.

Charlotte llevó una bata sobre su cuerpo y junto con su hermana se dirigieron a la habitación donde descansaba su madre, al ingresar pudo notar lo mal que estaba. 

—Mamá por favor cálmate, sabes que ante esta situación lo que más te conviene es respirar profundo, de inmediato me pondré en contacto con el médico. Mia, por favor quédate junto a mamá, vendré pronto.

Charlotte fue a toda prisa hasta su habitación, tomó el móvil y se puso en contacto con el doctor, ver a su madre en aquella situación hacía que ella quisiera romper en llanto. 

Regresó a la habitación de su madre y con la mano acarició su cabeza, hizo que tomara unos cuantos sorbos de agua, su hermana se mostraba bastante preocupada. 

Unos cuantos minutos más tarde el doctor estaba allí, Charlotte le pidió a su hermana que saliera de la habitación, ella estuvo presente mientras que revisaban a su madre, por las caras que hacía el doctor ella entendió que nada andaba bien. 

—Esta recaída se debe a que ella ha pasado por alto el consumo de sus medicamentos —Charlotte conectó la mirada con su madre. 

—Mamá, ¿eso es verdad, acaso has dejado los medicamentos? —Su madre frunció el ceño y apretó los labios. 

—Ay hija, a veces pienso que no vives con nosotros, el medicamento se acabó la semana pasada —Charlotte espanto la mirada. 

—¿Por qué no me dijiste? —le reclamó. 

—Porque sé que son demasiado costosos, porque no me siento bien siendo una carga para ti, ya es suficiente con que te hagas cargo de alimentarnos, de pagar la renta y encargarte de todos los gastos. 

»Siento mucho que todo ese peso tenga que caer sobre tus hombros, quisiera recompensar tu sacrificio, pero no tengo ni a donde caer muerta, tu padre es el culpable de nuestra desgracia —habló con la voz entrecortada y una lágrima rodó por su mejilla. 

—No te preocupes yo me haré cargo, de inmediato iré por tu medicamento —Charlotte se retiró a su habitación mientras que el doctor terminaba de revisar a su madre. 

Al ingresar a la habitación se sentó en el borde de la cama, sacó todo el dinero que tenía, luego de contar una y otra vez, ella se dio cuenta que las cosas estaban peor de lo que había imaginado.

«¡Mierda!, al comprar el medicamento de mi madre no podré pagar el alquiler, adicional debo un mes atrasado en la universidad», pensó mientras lamentaba su terrible situación económica. 

Charlotte salió mostrando su mejor cara, lo único que importaba era hacer que su madre y su hermana estuvieran bien. Al llegar a la entrada se cruzó con la dueña del lugar, su presencia era más que clara. 

—Buenos días Charlotte —saludo ella muy amable.

—Buenos días —respondió.

—Veo que ya vas de salida y te ves con prisa, no quisiera retrasarte, así que seré breve, he venido por la renta —aquellas palabras fueron un fuerte golpe para ella. 

—Olvidé la cartera en mi trabajo, en la tarde prometo que me pondré al día con el pago —la cara de molestia en aquella señora fue de inmediato. 

—Espero que esté hablando con la verdad, si en la tarde no se ponen al día lo mejor es que me desocupen, porque no estoy para hacer obras de caridad con nadie —la señora pasó por su lado y se alejó. 

Charlotte tomó aire y continúo con su camino, fue por el medicamento de su madre y al regresar hizo que lo bebiera. 

—Debo salir, debo encargarme de unos asuntos, Mia se quedará contigo, estaré pendiente al llamado si algo llegase a suceder, te quiero mucho mamá —Charlotte besó la frente de su madre. 

—¿A dónde vas hermana?, es fin de semana —preguntó Mía.

—Cuida de nuestra madre volveré lo más antes posible —Charlotte se despidió de su hermana y se retiró.

Charlotte tomó un taxi con destino a aquel club nocturno, necesitaba solucionar su situación económica antes del anochecer, las deudas presionaban su cuello. 

Su teléfono móvil no paraba de sonar dentro de su cartera, Charlotte apretó los ojos y ante la insistencia no tuvo de otra salida más que dar respuesta. 

—Hola —respondió desanimada. 

—Hola princesa, ayer quería hablar contigo, pero terminé de guardar mis cosas y cuando salí ya no estabas, tenía algo muy importante que decirte —Charlotte llevó la mano hasta la cabeza.

—Salí con prisa, adicional no quise molestarte, te veías ocupado con Madison, sabes que esa mujer no me agrada, no soporto su manera prepotente de actuar solo porque tiene dinero.

»Pero nada que hacer, la consideras como tu mejor amiga, y aunque no lo quieras admitir siempre la pones primero que a mí —Charlotte le reclamó de manera indirecta.

—Princesa no pienses de esa manera, en el fondo Madison es una buena persona, solo que tú estás indispuesta y ni siquiera le permites acercarse a ti, sé que en el futuro podrán ser muy buenas amigas —Charlotte resopló. 

»Pero no te amargues por Madison, en verdad tengo una noticia muy importante para ti, sabes que te amo, que lo eres todo para mí, que espero con ansias locas casarme contigo y vivir junto a ti.

»En la mañana tenía intenciones de ir a buscarte para compartir un fin de semana agradable con la mujer que amo, pero mi padre se apareció de repente, me pidió que llevara unos documentos de un negocio importante.

»Sin otra salida tuve que aceptar, en estos momentos voy en su avión privado, regresaré el lunes a primera hora, te amo Charlotte, espero que me extrañes como lo estoy haciendo —ella simplemente resopló.

—Adios Liam, también te amo —Charlotte terminó la llamada, no tenía cabeza para otra cosa más que para resolver su situación económica.

Se sentía molesta porque mientras que su novio viajaba con las mayores comodidades, ella se encontraba sin un solo centavo, desesperada buscando dinero para pagar la renta y fuera de ello el lunes ponerse al día con sus obligaciones en la universidad.

A pesar de que Liam tenía todo el dinero de su padre a su disposición, ella no quería ni un solo centavo de su bolsillo, Liam le había hecho saber que odiaba a las oportunistas e interesadas, y por supuesto ella no estaba en aquel grupo. 

El taxi se detuvo, Charlotte entregó los últimos centavos al conductor, ella dio unos cuantos golpes en la puerta, el personal de seguridad abrió una pequeña ventanilla.

—¿Qué quieres? —preguntó con arrogancia.

—Necesito hablar con el jefe —solicitó Charlotte. 

—Sabes las reglas, tendrás que esperar hasta la noche. —La pequeña ventanilla se cerró.

Charlotte se dio vuelta, sabía que por más que insistiera no le permitirían el ingreso, el día era largo, su estómago rugía de hambre, se sentó en una barda y esperó hasta que cayera la noche.

Las luces del lugar se encendieron, las puertas se abrieron al público, Charlotte se levantó, ingresó dando pasos largos yendo directo a hablar con su jefe, para su mala suerte no se encontraba. 

Charlotte estaba impaciente, se dirigió a su lugar y se cambió de ropa, se preparó para brindar el mejor espectáculo, debía ganar dinero suficiente para pagar el alquiler o por lo menos la mayor parte. 

Una de sus compañeras llamó a su puerta y le indicó que saliera, Charlotte se presentó, aplausos, silbidos y gritos que la animaban, ella movía su cuerpo de manera explícita, al instante una lluvia de billetes caían sobre ella. 

Charlotte entrecerró los ojos y dibujó una leve sonrisa en su rostro, juró no irse a casa hasta no obtener el dinero que necesitaba.

Era casi la medianoche, y a pesar del dinero que había reunido no llegaba ni siquiera a la mitad, a la distancia Charlotte observó a su jefe y sin otra salida pasó en medio de la multitud y lo acechó justo al lado de la barra. 

—¿Qué sucede Charlotte, qué haces aquí?, sabes muy bien cual es tu lugar, vete, me estás haciendo perder dinero —le reclamó.

—Sé muy bien cual es mi lugar, pero sí estoy aquí es porque necesito de tu ayuda —aquel hombre bebió un sorbo de licor.

—¿Mi ayuda o mi dinero? —preguntó con arrogancia. 

—Necesito una elevada suma de dinero, necesito pagar el alquiler de la casa, mi madre está enferma, fuera de eso debo dinero en la universidad —explicó Charlotte mostrando su cara más dulce buscando convencer a su jefe.

—Lo siento Charlotte, pero no soy un cajero automático, si quieres dinero debes ganártelo, mira como hacen tus compañeras, ellas no tienen la necesidad de humillarse ante mí suplicando miserias —Aquel hombre se dio vuelta y se retiró. 

Charlotte llevó la mirada a su alrededor, sus compañeras estaban sentadas sobre las piernas de los clientes, siendo manoseadas como fruta en el mercado, fuera de ello si querían más dinero debían ir a las habitaciones y tener sexo con cualquier hombre. 

Los ojos de Charlotte se humedecieron, su jefe era la única salida que tenía para conseguir el dinero que necesitaba, y el hecho de contemplar caer tan bajo aún no cabía entre sus posibilidades. 

Charlotte limpió las lágrimas y se dispuso a ir de regreso a su lugar, de repente alguien la sostuvo del brazo impidiendo que se pudiera marchar, ella rápidamente giró la cabeza, su mirada se espantó. 

«Es el mismo hombre de anoche, nunca podré olvidar su rostro, su mirada se ha quedado grabada en mí», pensó ella mientras que su corazón palpitaba con fuerza. 

—No te asustes pequeña, lo escuché todo, si lo que buscas es ayuda económica yo te la brindaré, lo obtendrás todo solo si aceptas mi propuesta.

La respiración entrecortada de Charlotte lo decía todo, movió su brazo con fuerza logrando liberarse. 

La cercanía de él la ponía nerviosa inexplicablemente, como si el aire le faltará, sus piernas perdieron fuerza y flaquearon. 

—No quiero nada que venga de usted —resopló y luego se marchó meneando su expendio cuerpo.

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