••Narra Charlotte••
El aire dentro de la iglesia era pesado, una mezcla de humedad, desinfectante y el olor dulzón de la comida que se repartía. Podía escuchar a niños llorando y a sus familiares tratando de calmarlos sin éxito. Eso me partía el corazón. No me imaginaba estando en una situación semejante, con mi pequeño bebé llorando de esa forma. La impotencia me abarcaba con solo pensarlo.
Repartía vasos con agua, pasándolas una a una a las familias que estaban sentadas o en el piso. Cada sonrisa de agradecimiento me llenaba el corazón, confirmando que haber venido era lo correcto.
Escuché unos gritos del otro lado de la iglesia y me acerqué, imaginándome que era un altercado por comida. Pero cuando vi a esa chica de cabello castaño que en el pasado creí haberla conocido bien, me paralicé. Ahí estaba, la mujer que una vez creí mi amiga, mi hermana. La que trató de envenenar a mi hijo.
El mundo entero pareció desacelerarse hasta detenerse por completo. El murmullo de la gente se conv