Le eché un cúbito de azúcar a mi te, revolviéndolo con tranquilidad, fingiendo que no estaba nerviosa por esta reunión apresurada entre Frederick y Julián. Me sorprendió lo fácil que aceptó mi abogado este pequeño… Encuentro.
Frederick estaba detrás de su escritorio, con el ceño fruncido mientras leía unos papeles. Cualquiera pensaría que está leyendo algo delicado y de suma importancia, pero yo sabía que esa expresión era causada por nuestro futuro invitado.
Lo miré fijamente mientras que le daba un sorbo a la bebida antes de dejarla en el escritorio.
Finalmente, un suave golpe en la puerta anunció su llegada. Una de las sirvientas asomó la cabeza.
—El señor Xin está aquí.
—Que pase —ordenó Frederick, sin moverse.
Julián entró con paso seguro, llevando una carpeta bajo el brazo y vistiendo un traje modesto pero impecable. Sus ojos me encontraron de inmediato y una sonrisa genuina de alivio iluminó su rostro.
—Charlotte, gracias a Dios estás bien —dijo, avanzando hacia mí con