36. Dos rondas más
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Blake
El trayecto al hotel fue una tortura deliciosa.
Cada movimiento de Noelia sobre mí era una provocación directa a mis instintos más primitivos.
Su olor, mezcla de lobo y hembra lista para el pecado, llenaba el reducido espacio del carro, haciendo que me costara no arrancarle la ropa allí mismo.
Cuando el auto frenó frente al hotel, apenas esperé a que Claudio saliera para abrirnos la puerta.
Tomé a Noelia de la mano y la jalé conmigo, como un hombre moribundo buscando su única fuente de vida.
Caminamos hasta la recepción, pero mi cabeza solo podía enfocarse en una cosa: ella.
Su respiración agitada, sus labios hinchados, sus pupilas dilatadas...
Pedí una habitación con la voz grave, cargada de urgencia, mientras mantenía una mano posesiva en la curva de su espalda baja, reclamándola sin palabras.
—Suite presidencial, sin demoras —gruñí.
La recepcionista, con las mejillas enrojecidas, nos entregó las llaves sin atreverse a levantar la mirada.
Subimos en el ascensor en silencio,