Perfume embriagador
SANDRA.

Dios, es demasiado temprano, hoy debería ser mi día libre, pero mi teléfono no para de sonar, y no quiero levantarme de la cama. Sin embargo, me sobresalté al recordar que Eduard me llamaría. Mi decepción fue palpable al ver en la pantalla iluminada el nombre de Max. ¡Qué insoportable!.

Parece que Eduard no tiene intenciones de llamarme; desde ayer no sé nada de él. Entiendo que tuvo que atender algo importante, pero no me avisó si sería fuera de la ciudad o un asunto familiar. Tal vez no lo hace porque no ve la necesidad, pero de todos modos no tiene derecho a llamarme o enviarme mensajes. No paso de ser su acompañante de cama, y no debería ilusionarme con él. Todo está claro entre nosotros, y sé cuál es mi posición.

—«¿Qué demonios quieres? Es muy temprano».

—«Vaya, también me da mucho gusto escucharte, linda».

—«No hagas que me enoje, Max».

—«Bien, princesa, te recuerdo que hoy te robo todo el día para mí. Además, no es temprano; son las diez de la mañana y sigues durmiendo
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