En mil pedazos
Deborah regresó al salón, mientras yo permanecía en el jardín. Aún no puedo creer que Eduard haya compartido detalles sobre mí con sus padres. Me sentí avergonzada cuando su madre reveló todo, pero lo reconfortante es que sus padres me aceptan.

Inicialmente, me sentía mal pensando que le quitaba el lugar a Megan, pero resultó ser una mujer malintencionada detrás de un rostro perfecto. Incluso Deborah no simpatiza con ella.

—Cariño —casi se me detiene el corazón al escuchar la voz de Eduard cerca de mi oído.

—¿Estás loco? —me puse de pie, fulminándolo con la mirada —. Alguien nos puede ver.

—Entonces vayamos a otro lugar —me tomó de la mano y discretamente me llevó a un rincón oscuro del jardín, donde nos ocultamos entre arbustos gigantes.

—Esto es peligroso, hay mucha gente aquí —cuestioné en un tono bajo.

—Solo quería verte. Por cierto... —me tomó de la cintura y me pegó a su cuerpo —. Estás hermosa esta noche, me preocupa que otros hombres te miren.

—¿Te gusta cómo me queda este vest
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