Después de la reunión, regresé a mi escritorio, y como era de esperar, el señor William se acercó, indicando que era hora de almorzar.
Lilian y Amanda se fueron sin mí, intercambiando miradas cómplices. Ni lo piensen, con el subjefe no.
Acompañé al señor William en su auto a un restaurante cercano. Al llegar, las miradas curiosas nos rodearon, dando la impresión de que éramos una pareja. Él, como subjefe de la ahora empresa Walton, y yo, conocida junto a Eduard.
Al ordenar, sentí incomodidad por su mirada y el ambiente del restaurante, claramente a su nivel.
—¿Te sientes cómoda? —preguntó al notar mi distracción.
—Oh, sí, señor —respondí, disimulando mi inconformidad.
—Solo estamos aquí para comer, no serás el plato principal —bromeó, y no pude evitar sonreír, relajando mis músculos. Quizás me sentía así porque Eduard estaba distante, y aceptar almorzar con el subjefe no le agradaría.
—Estoy bien, no se preocupe —dije, más relajada. Él sonrió satisfecho.
En pocos minutos, el mesero sir