A finales de mes, se celebró la fiesta de compromiso entre Diego y Olga, tal como estaba planeado.
Esa noche, el salón se llenó de figuras importantes de Ríoalto: empresarios, políticos, celebridades. Todo el mundo quería estar ahí.
Olga, enfundada en un vestido exclusivo de alta costura, se movía entre los invitados como si flotara. Sonriente, segura, disfrutando cada mirada.
Cerca de Diego, sus amigos se reunían a su alrededor, levantando copas y palmeándole la espalda.
—¡Felicidades, hermano! Ya era hora de que tú y Olga terminaran juntos.
—Desde que eran niños se notaba que eran el uno para el otro. Si no fuera por Elsa metiéndose donde no debía, nada se habría complicado.
—Hablando de eso... ¿alguien sabe qué fue de Elsa?
—Después del secuestro, dicen que se fue del país. Y con todo el dinero que soltó Diego, seguro ahora está viviendo como reina en algún rincón del mundo. Para mí, fuiste demasiado generoso con ella, Diego.
Al escuchar ese nombre, Diego frunció el ceño casi sin da