En una región remota, en medio del fuego cruzado de la guerra, Elsa se movía entre los heridos con las manos llenas de sangre y el uniforme empapado de sudor, tierra y esfuerzo. Solo cuando llegó el relevo, soltó un suspiro tembloroso y se permitió aflojar los hombros.
Se dejó caer sobre una caja de municiones vieja, cubierta de polvo.
Mientras se masajeaba las piernas entumecidas, su mirada se perdió en el horizonte, donde el humo de los combates aún flotaba en el aire, como un recordatorio de que la tregua era solo temporal.
Cuando dejó su país, Elsa solo quería seguir con sus estudios. Pero las heridas que llevaba por dentro eran demasiado profundas.
Luchaba contra el insomnio, la ansiedad, la caída del cabello... y las noches estaban plagadas de pesadillas que no la soltaban.
Fue entonces cuando conoció el proyecto Misión Amanecer. Sin pensarlo dos veces, se unió al equipo médico que operaba en zonas de conflicto. Desde entonces, su vida se volvió una rutina agotadora, intensa, p