Al bajar del avión en Tuxtla Gutiérrez, Efraín permaneció en silencio. Durante el vuelo, varias mujeres lo habían mirado de reojo, y algunas, más atrevidas, lo observaban sin tratar de disimular. Su físico imponente era un imán, y su cara, increíblemente atractiva, las volvía locas.
—Hola, ¿me podría decir cómo llego a este lugar? —le preguntó a un empleado del aeropuerto, mostrándole una nota.
—¡Ah, caray! —El empleado lo miró de arriba abajo. Por su ropa y su porte, era obvio que era un hombre de mucho dinero. ¿Qué podría tener que hacer en un lugar así? —. Este lugar está muy aislado. Tendrá que ir a la terminal de autobuses y tomar uno que vaya a los pueblos de la sierra. Una vez allí, tendrá que preguntar. Está en las montañas, el camino es difícil. Necesitará que alguien de la zona lo lleve.
—Gracias. —Efraín mostró su enfado con un gesto muy discreto y salió del aeropuerto.
Después de varias vueltas, y con la ayuda de algunos locales, consiguió un vehículo todoterreno para aden