Mónica, la mujer encargada de la limpieza en el departamento de Marlene, llegó aquella mañana como de costumbre para realizar su trabajo. Sin embargo, al entrar, lo que encontró la dejó helada. La sala era un completo desastre: muebles desordenados, objetos rotos y papeles esparcidos por el suelo. Su primera reacción fue pensar que alguien había entrado a robar. ¿Debería llamar a la policía? ¿O sería mejor contactar primero a Marlene?
—¡Señora Campbell! ¡Señora Campbell! —llamó Mónica con voz inquieta, pero no obtuvo respuesta.
Decidida a averiguar qué estaba ocurriendo, se dirigió hacia la habitación. La puerta estaba ligeramente abierta, lo que aumentó su temor. La empujó cuidadosamente y entró, encontrándose con una escena igual de desordenada. Algunas cosas estaban tiradas por el suelo, otras rotas. Todo era un caos.
—¿Señora Campbell? —volvió a llamar, esta vez con más urgencia.
No hubo respuesta. Entonces notó que la puerta del baño también estaba entreabierta. Con el corazón la