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—¿Prometes que no volverás a conducir ebrio? —ella seguía abrazándolo.

—Lo prometo… —dejó de mirar a su líder para mirar a Elisa, mientras la alejaba desde sus hombros suavemente, sin alarmarse él ni alarmar a nadie.

No estaba seguro cuánto había escuchado Andrei, pero su mirada tampoco le parecía una amenaza.

Elisa sonrió mientras lo veía ponerse de pie, le ofreció la mano para ayudarla a incorporarse y ella la aceptó, mirándolo con una sonrisa que lo despedía y él también.

Cuando se volteó, se encontró con Andrei mirando hacia el muñeco, y cuando la vio a ella por el rabillo de su ojo, entonces volvió su mirada.

Eso la asustó. ¿Por qué Igor no había dicho nada ni reaccionado? ¿Qué pretendía con eso o qué significaba?

—Hola… —lo saludó y él siguió mirando su rostro sin ninguna expresión.

Eso la angustiaba y mataba sus esperanzas lentamente, era como vivir día a día una lenta y completa tortura.

—Hola —se acercó unos pasos hacia ella, mientras la chica dudaba en retroceder o seguir
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