Luego de un rato, Elisa distinguió el olor que hace poco le había sentido a Igor, y recordó que llegó solo. Había conducido ebrio, y se había venido solo.
—Igor, condujiste ebrio —lo regañó incorporándose nuevamente y levantando el volumen de su voz—. Fue peligroso e insensato.
Él abrió sus ojos y rió por eso, se sentía bien que ella se preocupara por su vida.
—Sí, lo fui… ¿Me ayudas a llegar a mi habitación?
—Sí… —se puso de pie y lo ayudó a pararse, pasándole el brazo por sobre sus hombros—. No te vayas a caer o me caigo contigo…
Igor sonrió imaginando eso porque tenía un buen final: ella en el suelo y él sobre ella, así podía besarla.
Levantó la vista y vio como Sergei, en quién había descubierto la confianza además de su líder, venía caminando hacia ellos seguramente para ayudar a Elisa a llevarlo a su habitación.
—No me toques, Elisa me lleva —dijo, antes de que le pusiera las manos encima.
—Está bien, no lo sostengo sólo yo —lo excusó ella.
El hombre lo miró extrañado ¿Qué est