Sofía la miró con una mezcla de desprecio y diversión. Su sonrisa se ensanchó mientras negaba con la cabeza, disfrutando del miedo que veía en Katherine.
—No quiero nada de ti más que tu muerte —sentenció Sofía.
El mundo de Katherine se detuvo por un instante. Sus palabras la golpearon como una ráfaga helada, haciéndola palidecer. Sabía que Sofía estaba completamente fuera de control, pero la frialdad con la que pronunciaba cada palabra era algo que Katherine jamás olvidaría. Antes de que pudiera procesarlo, Sofía se posicionó detrás de ella, el cañón del arma presionando su cabeza.
—Puedes suplicar por tu vida —dijo Sofía, riendo con una crueldad espeluznante—. Aunque si lo haces, te mataré igual.
El sonido del clic del seguro del arma resonó en la cabaña, amplificando el terror en el pecho de Katherine. Cerró los ojos, el corazón latiendo desbocado, y en su mente solo había un pensamiento: su bebé. Nunca llegaría a ser madre. Moriría aquí, sola, con su hijo en el vientre, sin poder