En la mansión Ross.
Anthony, aún agitado por lo ocurrido con Elizabeth, había estado vigilando a Katherine de cerca mientras la llevaban de regreso a casa. Sin embargo, notó algo en su expresión que le hizo fruncir el ceño.
—¿Te sientes bien? —preguntó, su tono más suave que antes.
Katherine intentó asentir, pero la preocupación en sus ojos era innegable.
—Estoy bien, solo un poco cansada —respondió, aunque su voz sonaba más débil de lo que pretendía.
De repente, como si su cuerpo hubiera tomado una decisión por ella, Katherine se desvaneció, cayendo hacia adelante. Anthony reaccionó al instante, extendiendo los brazos y atrapándola antes de que cayera al suelo. El pánico lo invadió mientras la sostenía, sintiendo su fragilidad y la palidez de su piel.
—¡Katherine! —exclamó, su voz cargada de ansiedad. Alzó su mirada hacia el pasillo, como si esperara que alguien apareciera para ayudarlo.
Con un corazón que latía frenéticamente, se apresuró a llevarla hacia el sofá en la sala, apoyánd