“¡Tú deberías ir al infierno!” maldijo Claudia al estar ya en su habitación. Si no fuera por Keff vigilando, Claudia hubiera querido arrancarle el pelo a Elea. Con la respiración agitada, Claudia se sentó en una silla y se masajeó la cabeza, que le dolía terriblemente.
“¿Cómo te llamas, perra?! Lo he olvidado.”
Claudia rió con frustración al recordar las otras palabras que Elea había pronunciado cuando pudo hablar. Claudia no podía comprender por qué Elea, normalmente tan educada, había cambiado de repente, como si fuera otra persona.
Elea decía no conocer a Axelle, pero sí a Ray y a Keff. Al ver a Claudia, Elea frunció el ceño y la saludó llamándola puta.
Ray, que llegó a la sala de cuidados de Elea en cuanto supo que la mujer había podido hablar, se echó a reír porque pensó que Elea se estaba burlando de Claudia, pero cuando Elea no reconoció a Axelle como su marido, Ray se sintió extraño.
“La señorita Elea todavía está en fase de recuperación; es normal que esté desorientada porque