113. Un demonio disfrazado de ángel
Nadie se atreve a decir una palabra luego de que la propia Altagracia habla. Hasta su hermana Azucena se encuentra sorprendida por su presencia repentina y por la llegada del bebé que tiene en brazos. Rafael da un paso hacia atrás pero sin cambiar de expresión.
—Sigo siendo el padre legal de ese niño —Rafael aclara, como si nadie pudiese cambiar eso. Como si fuese su única arma—. Tengo derecho de llevármelo.
—Esto tenemos qué hablarlo en una comisaría. Quiero la custodia total de mi bebé. Usted, señor Omar, sepa ahora que el papá biológico de mi hijo es Gerardo Montesinos, nadie más. Ambos hemos sufrido la ausencia del niño, ambos estuvimos buscándolo todo éste tiempo. No hemos ni abandonado a nuestro bebé, ni lo hemos dejado a la deriva.
Rafael se echa a reír con sequedad luego de las palabras de Altagracia.
—No me digas —Rafael suelta—. ¿Me estás diciendo a mí que no fuiste capaz, según tú, de defenderlo para que no se lo llevaran?
Altagracia se estremece.
—Dar a luz me había dejado