105. Un apellido aclamado en sangre
En Ciudad de México, Roberto Reyes apaga el televisor con el rostro pálido y las manos temblando. No existía posibilidad para él en el mundo que la muerte de su hija fuese una mentira.
Pero acaba de escuchar las noticias: su hija está viva.
Altagracia está viva.
No puede creerlo. Incluso el corazón de Roberto late con fuerza, y esa extraña felicidad dentro de su cuerpo entero lo carcome de pies a cabeza. Está en su oficina en Compañías Reyes, por lo que no puede tardar ni un minuto más en estar aquí. Tiene qué marcharse de inmediato a Mérida. Aún con el corazón palpitando, entre sorprendido y emocionado, Roberto toma su chaqueta de traje.
—¡¿Lo viste?! —su hermana Rebecca abre las puertas de su oficina impidiéndole el paso. Su rostro está bañado en lágrimas—. Hermano, ¡¿Lo viste?!
—A mi hija —Roberto la toma de los brazos—. Rebecca, mi hija está viva.
—¡Lo está! —la felicidad también abunda en Rebecca al saber de la verdad de su sobrina—. No puedo creerlo. Está en todas las noticias.