Esa mañana, la luz del sol se colaba suavemente entre las cortinas del dormitorio principal. Nara ya se había levantado. Llevaba un pijama blanco de manga larga y el cabello recogido de forma sencilla. Sus manos se movían con agilidad mientras colocaba cuidadosamente la ropa de trabajo de Bastian sobre el sofá: un traje gris oscuro recién planchado, una corbata azul marino y el reloj favorito de su esposo.
Mientras tanto, en la habitación de invitados, Veni estaba frente al gran espejo, aplicándose un pintalabios rojo intenso. Luego, roció un poco de su perfume caro sobre el cuello. Su vestido ajustado hasta la rodilla resaltaba su figura. Sus ojos brillaban con seguridad. Hoy, había decidido acompañar a Bastian a la oficina, aunque nadie se lo hubiera pedido.
En el dormitorio principal, Nara se sentó al borde de la cama. Acarició suavemente el cabello de Bastian, que aún dormía tranquilo. Poco a poco, se inclinó hacia él y le dio un beso en los labios.
—Amor, despierta. Tienes que pr