Capítulo Veintiuno
Bastian esperó hasta que la respiración de Nara se volvió estable. Los ojos de la mujer estaban cerrados con fuerza y su cuerpo ya no parecía tenso. Se inclinó un poco para asegurarse de que el pulso en su muñeca fuera normal.
—¿Nara? —susurró suavemente.
No hubo respuesta. Solo una respiración tranquila. Entonces Bastian se levantó despacio, apagó la luz principal —dejando encendida la lámpara tenue de la mesilla— y caminó hacia la puerta. Antes de salir, se giró una vez más. Nara permanecía inmóvil. Cerró la puerta sin hacer ruido.
En el pasillo, Veni ya lo esperaba. Apoyada en la pared, con los brazos cruzados y el vestido rojo reemplazado por un kimono de satén muy fino, lo miraba con una sonrisa insinuante. En cuanto la puerta se cerró, Veni le agarró del brazo.
—Por fin —susurró—. Ahora me toca a mí.
—Veni, no empieces otra vez. Nara está enferma. —Bastian intentó soltarse, pero ella se pegó más a él.
—Solo le duele un poco la cabeza. ¿No lo viste? Todavía pue